Es normal que tendamos a asociar o a colocar como iguales a estos dos conceptos, sin embargo existe una gran diferencia entre el orden y al organización. La organización y el orden pueden ir de la mano, pero no son la misma cosa y también pueden existir por separado, es decir que, una persona ordenada no necesariamente es una persona organizada y viceversa.

La organización está íntimamente ligada con sistemas que nos permiten llevar a cabo tareas con eficiencia, el seguimiento de estos sistemas repercute directamente en nuestra productividad. Asimismo, nos permite establecer relaciones entre “qués” y “dóndes” como lo menciona el autor José Miguel Bolívar en su blog Óptima Infinito, con la finalidad de que nuestra mente pueda procesar toda la información que recibe y gestionar todas las tareas que nos asignamos.

Los seres humanos necesitamos organizar; al contrario de ordenar, no se trata de un hábito aprendido, sino de una necesidad biológica innata. El Dr. Levitin, prestigioso psicólogo, autor del libro “La mente organizada”, explica que los animales mamíferos organizamos nuestros entornos de manera instintiva, ¿para qué? Para poder lidiar con distintos tipos y distintas cantidades de información y adaptarnos a los tiempos que vivimos.

¿Cómo organizamos?

Claro que no todos organizamos de la misma manera ni usamos los mismos sistemas, sin embargo, lo hacemos constantemente. Organizamos nuestro día, nuestras vacaciones, nuestros espacios, nuestras ciudades, nuestros sistemas de movilización, etc. Y esta organización va evolucionando con el tiempo adaptándose al tipo de información que necesitamos procesar.

Por ejemplo, la manera en que organizamos hoy en día, no es la misma a como organizaban las sociedades antiguas o incluso hace un par de siglos cuando le tecnología no dominaba nuestra existencia.  La mente pues, necesita organizar para adaptarse y sobrevivir a su entorno.

Por su parte, ordenar consiste establecer patrones para colocar objetos o realizar actividades de acuerdo a un plan, estos patrones puedes ser de distintas formas: alfabéticos, numéricos, por colores, por tamaños, por horarios o como elijamos. Dicho esto, podríamos suponer que, para ordenar, previamente se necesita organizar pues ordenar responde a la pregunta “cómo”.

Si aplicamos esto a algo intangible como el tiempo, podemos decir que organizar es decidir qué hago con el tiempo y ordenar es cómo lo distribuyo.

Ejemplos:

Hoy he decidido organizar mi tiempo: Haré ejercicio, luego desayunaré y después me daré una ducha. Ahora voy a ordenar mi tiempo: Al hacer ejercicio realizare 5 series de abdominales, 4 series de estiramientos y correré 15 minutos. Al ducharme empezaré lavándome el cabello, luego el cuerpo y finalmente me lavaré los dientes.

Lo mismo se aplica para las cosas tangibles, en donde es más sencillo entender la diferencia.

Voy a organizar mi habitación: colocaré un armario, una cama, unas lámparas y un sofá. Al organizar mi habitación: colocaré la ropa en el armario por colores, la cama en el centro, las lámparas una de cada lado de la cama y un sofá junto a la ventana para que le dé el sol.

En resumen, he decidido el qué y el dónde: los muebles en la habitación; y el cómo: por colores, de cada lado y junto a la cama.

Ahora que es posible darnos cuenta de la diferencia podemos entender la importancia de cada una de estas actividades.

Organizar me ayudará a entender mi entorno para vivirlo, mientras que ordenar me ayudará a vivirlo mejor.